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Índice del artículo

El mayor intento colonial para nuestros pueblos

La reciente Cumbre presidencial de Québec, Canadá, puso en evidencia las dos caras de la realidad en un mundo dividido por la desigualdad, la injusticia y los límites que imponen los suburbios de la miseria. Afuera estuvo el mundo real, los que reclaman verdad y justicia, y adentro los que no están dispuestos a escuchar voces, los líderes del fundamentalismo del mercado y muchos gobernantes sumisos, entre los 34 dirigentes de las distintas naciones que concurrieron. El muro levantado para repudiar la sede de la reunión y la represión policial fueron más reveladoras que todas las palabras.

Afuera y muy lejos, también estuvo Cuba, separada por los ideologísmos impuestos por una potencia, cuyo gobierno actual augura tempestades para el mundo. Crear una zona de libre comercio entre Alaska y Tierra del Fuego, bajo el mandato único de la potencia hegemónica no augura ni libertad ni comercio justo para un mercado de 800 millones de personas y generador de un tercio del Producto Bruto Mundial (PBI). Por esa misma razón, los rebeldes del mundo que se mostraron en Seattle, en Davos, en Porto Alegre, como una integración de voces comunes y diversas, se muestran dispuestos a luchar por la justicia en el mundo.   

En 1994, en Miami se realizó la primera cumbre de las Américas. Pero el Congreso le negó al entonces presidente W. Clinton, la autoridad para avanzar en las negociaciones, a pesar de que se le había concedido a todos los mandatarios desde Nixon en adelante, revelando la autorización del A.L.C.A. para el manejo sucio de la política de Estados Unidos. Los republicanos, ahora en el poder, que jugaron todo tipo de cartas para frenar la iniciativa de Clinton, inmediatamente de asumir George W. Bush, después de las escandalosas elecciones de fines del 2000, ya anunciaban que querían adelantar la fecha para el 2003. Todo en sintonía con las medidas tomadas en el ámbito internacional, que están llevando nuevos desequilibrios, carreras armamentistas y sueños de dominio imperial, sin límites.

A lo largo de los años '98 y '99. Los llamados “rebeldes antiglobalización” lograron un gran triunfo al concienciar al mundo sobre los alcances del acuerdo Multilateral de Inversiones (AMI), que proponía abolir incluso las justicias locales y con ello las soberanías, para institucionalizar ya el gobierno de las grandes corporaciones. La lucha y concienciación frenó a la Organización Mundial de Comercio (OMC) que acaricia aún la posibilidad de imponer el AMI. Y también, de alguna manera, desnudó la trama oculta de organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial y demostró que es imposible continuar por este camino, ya que las contradicciones que están surgiendo muestran los límites del brutal modelo impuesto. 

De hecho se logró rechazar la fecha del 2003 para encerrarnos en el A.L.C.A., pero se tomó compromisos para principios del 2005. Richard Boucher, vocero del Departamento de Estado, sostuvo el 9 de marzo que “no consideraba una derrota” el hecho de que no hubiera sido aceptada la sugerencia de Bush de adelantar el A.L.C.A., al encontrar oposición en varias naciones. Frente al cepo de A.L.C.A. se levantan las integraciones regionales, como el mercado común del Sur (MERCOSUR), que con todas sus diferencias lucha desde 1991 por unir comercialmente a la región. Este proyecto ha tenido también sus caballos de Troya, enviados desde Washington, es decir, gobiernos que aparentan jugar a favor y lo hacen en contra, como hizo Carlos Menem, que varias veces estuvo a punto de hacer naufragar la difícil unidad. Ahora también, el ministro Domingo Cavallo habla de “saltear” el MERCOSUR, como si en esto nos diera beneficios hacia el futuro.

El gobierno actual navega en ambigüedades. Por una parte sostiene que su prioridad es el MERCOSUR y por la otra juega posiciones de continuidad con las “relaciones carnales” del pasado gobierno. En la cumbre de Québec, fue el presidente Fernando De La Rúa el que presentó la curiosa fórmula de la cláusula democrática, que dado como entiende Estados Unidos la democracia puede interpretarse como otra mano apretando el cuello de los pueblos de la región. La llamada “cláusula democrática” apunta que “cualquier alteración constitucional o la ruptura del orden democrático en un estado del hemisferio es un obstáculo insuperable para la participación del gobierno de ese estado en el proceso de la Cumbre de las Américas”. ¿Qué es una alteración constitucional para el sistema? Los gobiernos nacionales que administran el país por decreto, violan normalmente la Constitución. Los presidentes que asumen el poder, elegidos por un programa y una plataforma política, que después es desconocida, olvidada y traicionada, violentan la voluntad popular de la misma manera que lo hace un dictador. La imposibilidad de que nuestro Congresos puedan votar leyes favorables a nuestros pueblos y su bienestar, es más que obvia. Allí están los gendarmes del mercado con sus chantajes para impedirlo. En Québec, el único presidente que se atrevió a patear el tablero fue el venezolano Hugo Chávez, “yo creo que la amenaza a las democracias en América Latina y el Caribe, no son los golpes de Estado ni los movimientos conspirativos, sino el hambre y la miseria” dijo y sostuvo que la fecha para poner en marcha los acuerdos, y además el contenido de los mismos, debe ir al plebiscito como corresponde a una democracia participativa y no representativa.

Los objetivos de Washington son muy precisos: adelantarse a posibles alianzas comerciales entre Europa y América latina, doblar la mano de todo el que se ponga en su camino, como Brasil. Con el A.L.C.A. se aseguran, además el control de todo intercambio comercial, absolutamente favorable a sus intereses y profundamente desigual como ya es la imagen de ahora en términos de valor agregado entre lo que vende y lo que compra. En el ínterin, las deudas externas se disparan a cifras impagables. El final es apocalíptico para América Latina, sino se pone de pie a tiempo. Pero también hay que analizar las contradicciones que ese poder desmedido está creando hacia propio interior y en las relaciones mundiales. En el ambiente del “libre mercado” jamás se preguntan sobre el origen de los fondos, ya que solo cuentan cifras. Y en acumulación de cifras nada mayor que las ventas ilegales de armas, drogas o tráfico de personas. Como concluyeron los delegados de distintos países que se reunieron en las calles de Québec, difícilmente pueda existir libertad de comercio. Y menos aún negociando con los dueños del capital mafioso, que actúan con los mismos elementos de la mafia e impiden gobernar a los mejores, tomando como rehenes a nuestros pueblos. Por eso hubo fuertes advertencias a otros sectores.

A principios de abril, la Federación de la Industria de San Pablo, Brasil (FIERSP) advirtió que “una nueva apertura precipitada de nuestra economía podía llevar a buena parte de nuestras empresas nacionales a la bancarrota”. Y en el mismo sentido se expresaron algunos grupos empresariales en la Argentina señalando que, “de acuerdo a como se realicen las negociaciones en el A.L.C.A., esto puede llevar a la muerte a las industrias nacionales”. Y por supuesto, ni mencionar como “un concepto relativo”. Es cierto, la soberanía es un concepto relativo para los colonizados, pero para los colonialistas tiene una interpretación diferente. Para ellos, la soberanía de sus países es intocable y además está apoyada en el derecho y la expansión territorial. Todo eso está detrás de la oferta del A.L.C.A., y será responsabilidad de nosotros que caigamos en el pozo colonial que nos proponen.